20 de julio de 2011

EL BESO A LA LUNA

Hoy, justo hoy, hace 42 años que el hombre pisó la luna. No voy a dinamitar la efeméride con spam sobre si en realidad Neil y Aldrin pisaron la arena de un inmenso plató televisivo. Me ha dado por imaginar que lo que hicimos con la luna, en realidad, no fue pisarla, sino darle un beso. Porque en la adolescencia todos magnificábamos ese ósculo, el primero que le dabas a una chica, porque era el complicado, el difícil, el que realmente significaba la gesta de haber ligado. Pero para mí el verdaderamente importante, el que marcaba la diferencia entre la anécdota y el verdadero triunfo, era el segundo. En el primero lograbas que después de llamar con más o menos insistencia, dependiendo de la situación, la princesa te abriera la puerta. El segundo , con suerte, significaba que te dejaban entrar. Eso explica, seguro, mi tradicional tendencia en aquella época por alargar ese primer beso hasta la eternidad, no tanto por disfrutarlo fisiológica o anímicamente, ¡que va!, era por si no se trataba del primero, sino del único. Ese beso que Armstrong dio a la luna con sus botazas de astronauta fue, a lo visto camino de cincuenta años después, el único ¿Por qué no habéis vuelto? se pregunta Selene. Quizá esté triste, esperando, porque ella soñaba con que las huellas de los astronautas fueran las primeras. Nunca una amante fue tan admirada, pero tampco nunca una amante tuvo tanta paciencia esperando el segundo beso...

1 comentario:

Elisa María dijo...

Me alegra haber encontrado este articulo que me ha gustado mucho leer, como dicen nunca es tarde si la dicha es buena y lo es en este caso.
Saludos de:
Elisa Martín